La mayoría de los españoles cuando viaja a Nueva York por turismo/ocio, no viaja a muchos sitios más, lógico, es una ciudad en la que puedes permanecer mucho tiempo viendo cada día algo nuevo. De hecho, la mayoría ni siquiera sale de Manhattan.
Unos cuantos se adentran en otros barrios de la ciudad y se dan una vuelta por Brooklin, Queens, Bronx o Stanten Island. Si tienen tiempo se organizan para visitar Boston o Washington y algunos vamos a ver las Cataratas del Niágara.
Se trata de una atracción turística que creo que ha pasado un poco de moda, pero que era muy habitual en las pelis de los años 50, 60 ó 70.
Las cataratas suponen una frontera natural entre los Estados Unidos de Norteamérica y Canadá y a su vez constituyen la separación entre los lagos de Erie y Ontario. El lado USA se encuntra en el estado de Nueva York y se organizan muchas excursiones desde la ciudad para visitarlas y pasar una noche allí.
Lo más eficiente es realizar el viaje en avión hasta la ciudad de Buffalo, pero nosotros fuimos en autobús, aviso: 8 horas de viaje.
Puede resultar muy aburrido, pero es un viaje muy importante desde el punto de vista antropológico. La carretera atraviesa paisajes preciosos, bosques increibles y pueblos con nombres imposibles de origen indio.
A lo largo de la ruta, el autobús hace un par de paradas y descubres cómo en cada población, por pequeña que sea, se repiten los mismos patrones. Población dispersa en viviendas individuales con banderas de Estados Unidos, un Dunkin' Donuts, un McDonald's y un restaurante autoservicio "all you can eat" abierto un montón de horas en el que puedes comer hasta reventar por un precio ridículo.
Y eso es lo que hacen, comer hasta reventar. Me temo que el Estados Unidos rural no tiene nada que ver con el urbano y menos con Nueva York. Apenas a unos cientos de kilómetros de la ciudad ya descubres este mundo de familias superobesas y desdentadas que comen fuera de casa una vez al día porque le sale más barato y fácil que comprar comida y cocinar. Es impresionante (y triste) ver como familias enteras desfilan cargando platos llenos hasta reventar de comidas grasintas y llenas de salsas y dulces. Adolescentes diabéticos y desdentados de 150 kilos. Eso es lo que te hartas de ver en esos lugares.
Llegamos a Niágara, es una ciudad que se encuntra a ambos lados de la frontera. El lado canadiense es mucho más grande y turístico que el lado USA y eso es porque las cataratas se ven mucho mejor desde Canadá.
Nosotros teníamos el hotel en USA.
Nada más llegar nos dimos un baño en su piscina cubierta, nos vestimos y nos dispusimos a cruzar al otro lado. Estábamos a fnales de septiembre y hacía frio, el invierno debe ser tremendo.
Atravesamos un puente y llegamos a la frontera, no hay ningún problema para pasar al lado canadiense. Allí "disfrutamos" del parque de atracciones que es aquello. Está lleno de hoteles, casinos, restaurantes...
Después de ver el espectáculo de luces de las cascadas (absolutamente hortera) fuimos a cenar. Casi no había nadie por la calle, de hecho estaba todo desierto, y muchos sitios cerrados, así que acabamos cenando en el Hard Rock, ya os podéis imaginar, hamburguesas, patatas fritas y cerveza. Prescindible.
A la derecha del puente USA, a la izquierda Canadá |
La sorpresa desagradable vino al volver a pasar la frontera para volver al hotel, ¡te cobran dinero por volver a entrar en USA!, ¡menudos sinvergüenzas!.
A la mañana siguiente embarcamos en una abarrotada embarcación que te acerca (y mucho) hasta las cataratas y os aseguro que te calas ¡y hacía frío!.
Y así nos volvimos a Nueva York otra vez por carretera y en otra travesía de 8 horas.
La verdad, me pareció prescindible, debímos haber empleado el tiempo en visitar Boston o Washngton. Si aún así queréis ir, mirad los vuelos a Buffalo, a lo mejor podéis ir y volver en el día y os ahorráis una noche en un lugar tan profundamente aburrido como Niágara.
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