Siendo apenas un niño, un adolescente reservado y ávido lector, devoré una serie de libros a cual más aburrido. No puedo explicar por qué me dediqué principalmente a leer los títulos de la colección “Realismo Fantástico” de Plaza y Janés, con su encuadernación rústica y sus peculiares autores. Creo que todo empezó cuando llegó a mis manos un libró al que mi padre consideraba interesantísimo y que por tanto, debía ser muy bueno, pensaba yo, se llamaba “El retorno de los brujos”.
Leí compulsivamente aquel libro fundacional del Realismo Fantástico y posteriormente los de otros autores como Louis Charpentier, Peter Kolosimo, etc. y en mi imaginación sólo veía espirales, ocas, monumentos megalíticos con mensajes ocultos, civilizaciones desaparecidas que se empeñaban en mostrarnos un montón de mensajes sólo interpretables por iniciados (en lugar de habernos dejado algo un poco más clarito, en fin, va a ser que eran un pelín retorcidillos). He leído un montón de referencias al dios Lug, celtas, constructores de catedrales, vikingos americanos o mapas de Piri-Reis. Y al final, todo parecía concentrarse, resumirse, en el Camino de Santiago, que pretende aglutinar, como una suerte de enciclopedia, todos los mensajes herméticos de la historia de la humanidad (a día de hoy, ciertamente está lleno de mensajes, pero estos son más prosaicos, como veremos más adelante).
Además está la parte lúdica. Como ya he dicho, no creo que haya en todo el mundo una mejor opción para unas vacaciones. Voy a explicarme: imaginemos un panfleto publicitario de un lugar en el mundo en el que se nos dice que podemos realizar actividades al aire libre sin grandes riesgos ni fuertes inversiones económicas, dónde poder degustar gastronomía de altura, con posibilidades (yo diría certeza) de conocer gente nueva, dónde poder apreciar monumentos, la riqueza histórica de España y dónde admirar espectaculares paisajes. ¿Acaso no nos sentiríamos atraídos por visitar ese fantástico lugar?.
Vamos, que lo tiene todo.
Corría el año 2007 cuando mi futura mujer y yo ya habíamos decidido fastidiarnos la vida un año entero mientras organizábamos nuestra boda y claro, una de las cuestiones que hay que decidir es qué hacer con los 15 días de permiso de que íbamos a disponer después del enlace. ¿Dónde iríamos?, Ya habíamos recorrido muchos de los destinos clásicos, sobre todo ella, que conocía lugares como Cuba, Estados Unidos, los fiordos nórdicos, Italia y otra media Europa. Juntos ya habíamos estado en lugares como Egipto, París, Londres, Praga o Budapest y para ese mismo año teníamos previsto recorrer Grecia y Polonia. Por tanto, ¿qué hacíamos?. Si bien era muy atractiva la idea de permanecer 15 días tumbados al sol en alguna playa paradisíaca, no nos acababa de convencer. Al fin y al cabo, lo que a nosotros nos gusta es viajar, conocer, comer, caminar… y desde luego, como ya hemos visto, había una opción en el mundo que cumplía con todos esos requisitos y no era otra que realizar el Camino de Santiago.
Estuve un tiempo preguntándome a dónde ir como alternativa.
No descubrí nada mejor.
Eso sí, lo más divertido fue contárselo a la gente y escuchar expresiones como:
- ¿El Camino?, pero… ¿andando?.
- Jajaja… estáis de coña, ¿verdad?.
- ¿Es una broma?.
Así, finalmente con la ruta preparada y el cuerpo agotado (hay que ver lo que cansa casarse) iniciamos nuestra ruta. No íbamos a concluir el Camino, no teníamos tiempo, así al disponer de apenas 20 días el plan era empezar en Roncesvalles y llegar a León.
Desgraciadamente no pudimos cumplir el objetivo esa primera vez, pero volveríamos.
Queda claro que mis motivos no fueron religiosos, sin embargo, a través de las etapas y aunque no lo pretendas, es imposible no impregnarse de espiritualidad. Compartí jornadas (desgraciadamente no fueron muchas) con gente con diversidad de motivaciones a la hora de enfrentarse al Camino. Sentí respeto por todas y cada una de ellas y en ningún momento nadie me preguntó por las mías.
Nos casamos el 12 de abril de 2008.
La resaca del día 13 es uno de los episodios más sombríos de mi vida. Supongo que se juntó todo, los nervios anteriores, la tensión del día, la juerga de después y, sí, creo que bebí algo.
No, no pondré la lista de lo ingerido.
Imaginaos como fue la resaca que hice algo que no hacía desde 1992, ¡afeitarme la perilla!.
Mi mujer tuvo dolor abdominal durante varios días a consecuencia del ataque de risa que le entró al verme recién afeitadito. Llamó a sus padres para contarlo mientras yo, allí presente, pasaba por uno de mis mayores arrepentimientos.
El 14 de abril de 2008, lunes, para más señas, salimos de casa en dirección a la estación de Atocha. Cargábamos nuestras mochilas, bastones para caminar, un diario y una guía del Camino para ir empapándonos de lo que íbamos a encontrar.
El viaje se hizo pesado, después de los días pasados, un viaje en tren desde Madrid a Pamplona puede ser bastante duro.
Al llegar, lo primero que hicimos fue dirigirnos a la estación de autobuses, pues aunque nos sobraba tiempo, queríamos localizarla e incluso utilizar la consigna para dejar bultos y mientras llegaba la hora de la salida del autobús en dirección a Roncesvalles, haríamos tiempo visitando los lugares de peregrinación del casco antiguo de la capital Navarra, por lo que pusimos pronto “rumbo al pintxo”.
Hacía frío, llovía, el tiempo era desapacible, eso debió de haberme hecho reflexionar acerca de lo que nos esperaría, pero, que queréis, eso no es lo mío.
Comenzamos por la zona céntrica y nos dirigimos a El Gaucho. Bonito lugar, pero nada más llegar estudiamos la carta y comprendimos que en Navarra íbamos a tener problemas con los horarios, pues se come y se cena mucho más pronto que en Madrid, así, como casi eran las tres de la tarde, no nos miraron muy bien, pero bueno, nos dieron a probar sus manjares, como la “Lasaña de puerro y gambas e hilos de hojaldre”, que está muy rica, pero lo cierto es que el aspecto y el sonido de su nombre superan a su sabor y eso es algo que no debe ocurrir.
Recorrer el casco urbano de Pamplona, aunque hiciera un día de perros, fue muy agradable, continuamos visitando con mayor o menor fortuna otros de los templos gastronómicos pamplonicas y en los desplazamientos entre estos empecé a inquietarme ante lo que estaba viendo, pues en aquellos momentos estaban llegando peregrinos, llovía, hacía frío y aquellas personas iban cubiertas de barro. “Joder, esto es lo que me voy a encontrar”, pensé, pero no por mucho tiempo, supongo que encontré alguna cervecita para distraer mi preocupación.
Después de un tiempo y unos bares, nos dirigimos a la estación de autobuses prestos a salir hacia Roncesvalles, allí, en la estación, había otros cuantos peregrinos que sin duda nos acompañarían los siguientes días, entre ellos hablamos con tres, eran de Madrid, uno era de un club de montaña y aprovechaba cualquier día libre para ir a caminar a cualquier sitio y claro, el Camino era una gran oportunidad. Los otros dos eran amigos, uno de ellos pretendía llegar hasta Santo Domingo de la Calzada , pues en otra ocasión había iniciado allí el Camino y su amigo lo acompañaría hasta Logroño, ya que no disponía de tantos días como para seguirlo hasta el final, parece ser que se había dejado convencer en una noche de bares ante el infalible reclamo hispánico:
“No tienes huevos…”
Al fin llegamos a Roncesvalles, se me hizo eterno, lo cierto es que estábamos muy cansados, los días anteriores habían sido muy duros con los líos en el trabajo, la boda, la resaca, el viaje, etc.
Hacía frío, mucho frío.
Yo no sabía mucho de Roncesvalles, me imaginaba que sería algo más grande, pero bueno, me gustó mucho. Hay un albergue, dos hostales y unos apartamentos dónde buscar alojamiento alternativo.
El paisaje estaba nevado, nos instalamos como peregrinos de lujo en nuestro apartamento en la Casa de Beneficiados y dimos un paseo por los alrededores, vimos el hermoso albergue, donde sellamos nuestra credencial, la Colegiata , el bar y claro, como no podía ser de otra forma nos perdimos la misa de peregrinos. No lo hicimos aposta, que quede claro, me hubiera gustado ir, pero nos despistamos.
Cenamos pronto en Casa Sabina, una cena agradable en compañía de peregrinos, extranjeros todos menos nosotros, que seguro que nos acompañarían apenas unas horas más tarde. Entre ellos destacaba un respetable ciudadano europeo de mediana edad que hablaba en alemán (no diré que era alemán, porque durante los siguientes días me equivocaría en repetidas ocasiones con esta nacionalidad y unos cuantos peregrinos). Hablaba, pero hablaba poco, la mayor parte de su tiempo y energías los empleaba en fumar compulsivamente y degustar las excelencias del pacharán navarro. ¡Jo!, si ese tío era capaz de caminar 20 kilómetros diarios, yo pensaba darle un abrazo al final de cada etapa.
Cenamos caldo de gallina y un plato combinado con lomo, huevo y patatas fritas. Es una de las cosas que más me gustan del Camino, que puedes comer y comer sin ningún tipo de problema. Es más, ¡debes comer!, pues el Camino te exige.
Nos fuimos a preparar las mochilas y a dormir.
No he comentado que suelo tener problemas para conciliar el sueño y realmente confiaba en que el Camino me sirviese de somnífero, pero aún no había empezado y por tanto esa noche, como otras muchas, especialmente las, digamos, cien anteriores, dormí mal, muy mal, lo cual no es nada conveniente si luego vas a caminar más de veinte kilómetros. Así, a las cinco de la mañana, desesperado, me levanté, me duché, me vestí y me leí las cincuenta primeras páginas de la guía que utilizaríamos durante el viaje.
A las seis de la mañana miraba por la ventana. Era de noche, pero juro que si no llega a ser porque tenía que esperar a mi mujer y no quería despertarla tan pronto, me hubiera echado a caminar en ese momento.
Finalmente, poco antes de las siete de la mañana, la desperté y pusimos rumbo a Casa Sabina y nos dispusimos a desayunar.
Genial¡¡¡ Ya en el Kostka te escuche intrigado tus comentarios sobre El Retorno de los Brujos.....quien iba a pensar que seguirias el camino ;-). Sigue asi
ResponderEliminar¿Ya era tan pesado en la adolescencia?, jajaja... muchas gracias. Por cierto, ¡me encanta el Nick!, ¿quién eres?, ¡dame alguna pista! :)
EliminarPues la pista es la siguiente: Iban 5 amigos en una gondola navegando por Venecia, bueno en realidad eran 6 pero uno no sale, obviamente, con gafas ochenteras y el que suscribe con una chupa marron. A que es facil?
Eliminar¡¡¡¡¡La madre que te...!!!!, ¡¡¡jajajajaja!!!!, ¡¡HOLA!!, madre mía, que alegría... ¡¡mándame un mail o algo para contactar!!, hace más de 20 años que no se nada de tí. Un abrazo J.
EliminarAh, vale, que me he hecho un lio con lo de que uno no sale, jeje... ya me extrañaba, ¡a ti te he visto hace mucho menos!, pero he tenido que volver a ver la foto... ¡madre mia que caras!. Claro, ahora entiendo el nick
EliminarYa tenemos dos cosas en común Capitán, la cocina y el Camino de Santiago.Te he leido esta entrada y la primera etapa y fantasticas cronicas. :)
ResponderEliminarTe paso el enlace de nuestro blog con nuestras etapas lo empezamos desde Astorga hasta Santiago, pero algun día lo empezaremos desde Saint Jean de Pied de Port hasta Santiago..Pero antes habra que hacer el Primitivo...:)
http://2paresdebotas.blogspot.com.es/2011/09/camino-de-santiagoastorga-santiago-de.html