A los guindilleros nos gusta Portugal, así que hemos viajado unas cuantas veces a tierras lusas.
Eso sí, no todo lo que hay en Portugal es apetecible, porque vamos a ver, ¿alguien puede explicarme por qué si vas a cualquier ciudad te pasas el dia subiendo cuestas?, ¿es que a nadie se le ocurrio allanar el terreno?. No, en serio, casi en cualquier ciudad portuguesa, ¡prepárate para subir cuestas!.
Hoy comenzamos una nueva miniserie y hablaremos de nuestras experiencias en ciudades como Lisboa y Oporto. Así que, sin más dilación, ahí va nuestro primer artículo sobre Lisboa.
En primer lugar, que quede claro que se trata de una ciudad mucho más extensa de lo que sus datos demográficos y muchas guías de viaje comentan. Vamos, que hay que moverse mucho para verlo todo.
La ciudad está dividida en barrios con personalidades propias muy marcadas. En nuestro último viaje, en nuestra primera noche nos dimos una vuelta por el Barrio Alto, al que, como su propio nombre indica, hay que acceder subiendo, ya sea una bonita cuesta o utilizando el elevador de Santa Justa.
El Barrio Alto es una zona muy pintoresca y bohemia. Está plagado de restaurantes y locales de entretenimiento. Por las noches veréis a miles de turistas caminando, bebiendo o cenando en sus restaurantes. Hay un montón de sitios para comer, desde los más tradicionales y baratos hasta los más modernos con aires de renovado diseño. Nosotros cenamos bien en un local de precio medio para la zona y acompañamos la cena con un vino alentejano que nos gustó mucho.
Antes de abandonar el barrio nos dimos una vuelta por el club del Vino de Oporto, ¡qué está en Lisboa!, un local decadente dónde disfrutar de un vino de Oporto en una gran variedad.
A la mañana siguiente fuimos recorrer el barrio de Belem, visitamos el monasterio de los Jerónimos y disfrutamos de un maravilloso paseo a lo largo del cauce del Tajo, nos sentamos al lado del monumento a los navegantes, lo visitamos por dentro, subimos a la azotea a disfrutar de las vistas y luego caminamos hasta la Torre de Belem.
Ahora bien, ninguna visita a este barrio está completa si no visitais "Os pastéis de Belem". Lo primero que impresiona es la longitud de la cola que hay que hacer para entrar, pero ojo, aquí y ahora os vamos a dar un truco porque lo nuestro no es sólo entretenimiento, ¡es una labor social!.
Bien, si queréis comprar los pasteles (absolutamente recomendable) no es necesario hacer una cola de más de una hora para comprarlos, lo ideal es entrar por la otra puerta, sentaros en una mesa, pedir algo de beber y un par de pasteles para comer y cuando os traigan la cuenta, pedid que os traigan el pedido, habréis conseguido vuestros pasteles y disfrutado de un rato de descanso.
Acompañadlos con vino de Oporto o Madeira.
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