Eran las 02:30 h. Sí, las dos y media de la mañana, cuando llegamos al aeropuerto internacional de Atatürk (un nombre, el de Mustafá Kemal Atatürk omnipresente en Turquía y por extensión en Estambul).
Habíamos salido de Madrid, ya ni me acuerdo a qué hora, haciendo escala en Frankfurt, es lo que tiene buscar las combinaciones de vuelos más baratas ;).
Lo primero que hicimos fue cambiar nuestros euros por liras turcas, os lo recomiendo, podréis pagar con euros en todos los lugares de Estambul, pero seréis irremediablemente timados, así que haceos con la moneda local, no tendréis problemas porque la ciudad está llena de bancos y casas de cambio. Por cierto, también hay un montón de cajeros automáticos, perdón, un montón no, ¡en mi vida he visto tantos cajeros!.
Buscamos un taxi y pusimos rumbo al hotel al que habíamos avisado de nuestra intempestiva hora de llegada (por cierto, los taxis son amarillos y el 99% Fiat), el hotel Ahmet Efendi Evi, un lugar pequeño y coqueto del que sólo puedo hablar bien y recomendároslo fervientemente.
El taxi se desplazó por la inmensa ciudad, a la derecha el mar, a la izquierda las antiguas murallas de Costantinopla, anteriormente llamada Bizancio.
Atravesamos las murallas para adentrarnos en el barrio de Sultanahmet, en la zona de Cankurtaran, la primera impresión fue… ¡alucinante!, estábamos en la parte más antigua de una de las ciudades más antiguas de Europa, las calles estrechas y adoquinadas y las casas de madera con el aspecto de ir a derrumbarse en cuestión de minutos.
Nos esperaba el dueño del hotel, al que apodé “el hombre que nunca duerme” y nos dispusimos a ocupar nuestra habitación con vistas a la calle y a dormir un poco antes de adentrarnos en la ciudad por la mañana.
¿He dicho dormir?, madre mía, no sé a qué hora ocurrió, bueno sí, al amanecer, pero no sé a qué hora amaneció. Estaba profundamente dormido cuando de repente el sonido por los altavoces de la llamada a la oración me hizo dar un bote en la cama, ¡casi clavo las uñas en el techo!, madre mía, ¡estábamos a 50 metros de una mezquita con altavoces!.
En fin, con apenas 3 horas de sueño bajamos a desayunar. Los espacios en el hotel están realmente aprovechados, así que el hall es salón, estar, zona de desayunos, cocina, lavadora… ¡de todo! y allí, en compañía de unos jubilados ingleses tuvimos nuestro primer contacto con la cocina turca a través de sus incomparables yogures, ¡que cosa más deliciosa!. Lo dicho, tras dar buena cuenta de un delicioso y saludable desayuno a base de fruta, yogur, pan y café pusimos rumbo al meollo. Nuestra primera parada: Santa Sofia.
Santa Sofía |
Por suerte para nosotros estábamos apenas a 200 metros de la plaza de Sultanahmet, en uno de cuyos extremos se encuentra la Mezquita Azul y en el otro Santa Sofía. El barrio de día cambia bastante, hay infinidad de hoteles realmente bonitos y que han servido para rehabilitar edificios que de otra manera no sé si habrían sobrevivido, porque lo que no son hoteles, son casas que se caen a cachos, la que teníamos enfrente la creí abandonada, ¡le faltaban ventanas!.
Casas en el barrio de Sultanahmet |
Un consejo, al lado de Santa Sofía hay una furgoneta de la policía local dónde se venden unas tarjetas para acceder a muchos de los más típicos lugares turísticos de la ciudad sin necesidad de hacer colas en los tornos (y os aseguro que hay muchas colas), así que haceros con estas tarjetas, os ahorraréis mucho tiempo, cuestan 72 liras turcas, algo más de 30 euros.
Que deciros de Santa Sofía es mucho más hermosa de lo que parece en las fotos, nada le hace justicia, su tamaño, su belleza son difícilmente explicables si no lo ves con tus propios ojos.
Tras la visita a la gran basílica y con el calor apretando, hicimos una parada en un hermoso jardín de un hotel que está ahí al lado, el “Secret garden”, dónde nos tomamos una cervecita turca “Efes”, digamos… correcta y me comí mis primeros pistachos turcos, una constante el resto del viaje.
Ahora tocaba visita a uno de los monumentos más peculiares de la ciudad, la llamada, basílica cisterna. No es ningún templo, es la antigua cisterna bizantina, que dejó de utilizarse en época otomana y ahora es una gran atracción turística.
La visión es fantasmagórica, un lugar bajo tierra con cientos de columnas sobre un suelo de agua lleno de peces gordos alimentados por los turistas y que dan bastante repelús. A mi me pareció el escenario ideal para una película coreana de peces mutantes del tamaño de un autobús que atacan a un grupo de desprevenidos turistas canadienses.
Otro consejo: como este lugar está bajo tierra, la temperatura es fresquita y constante, por lo cual lo recomendable es visitarlo a las horas que haga más calor en la calle.
La visión es fantasmagórica, un lugar bajo tierra con cientos de columnas sobre un suelo de agua lleno de peces gordos alimentados por los turistas y que dan bastante repelús. A mi me pareció el escenario ideal para una película coreana de peces mutantes del tamaño de un autobús que atacan a un grupo de desprevenidos turistas canadienses.
Otro consejo: como este lugar está bajo tierra, la temperatura es fresquita y constante, por lo cual lo recomendable es visitarlo a las horas que haga más calor en la calle.
Los alrededores están plagados de restaurantes y cafés, pero no os los recomiendo, son lugares para turistas con precios muy inflados.
A continuación visitamos la famosa Mezquita Azul, una enorme mezquita dotada de 6 minaretes y de miles de turistas.
Al lado de la mezquita se encuentra el antiguo hipódromo, del que no queda casi nada más que el espacio, que se ha convertido en una populosa plaza dónde decenas de vendedores preparan mazorcas de maíz y castañas asadas, así como zumos de naranja o granada elaborados en el momento y realmente deliciosos.
El día estaba siendo intenso, pero aún nos quedaban muchas cosas que hacer, al fin y al cabo sólo íbamos a estar tres días en Estambul y queríamos verlo TODO, así que como buenos turistas a continuación fuimos al famosísimo Gran Bazar… ¿he dicho gran?, otra vez el nombre no hace justicia, no es grande, ¡¡es inmenso!!, tiene centenares de locales, calles, tiendas de todo tipo, cafés, etc… en su interior pueden realizarse todo tipo de transacciones comerciales y sí, es el mundo del regateo. Otro consejo, antes de liarte a comprar o regatear intenta informarte del precio en otros lugares de la ciudad y no pretendas engañar a un comerciante turco.
Interior del Gran Bazar |
Allí me tomé mi primer café turco, una experiencia no del agrado de todo el mundo, porque es un café sin filtrar. Te preguntarán cuanta azúcar quieres, no se te ocurra pedirlo sin azúcar, en serio, puede ser muy duro.
El café turco te pone las pilas, en serio, es una especie de bomba de cafeína.
¿Alguien puede leerme el futuro? |
Tras hacer unas compras (pocas) hicimos otra parada en un bonito café del interior del bazar para degustar… no, no es la palabra, ¡difrutar!, del dulce más típico, el Baklava y de una bebida típica en Turquía digamos que… peculiar, se hace a base de raices de orquídeas y se bebe caliente (es típica en invierno), tiene el aspecto de una horchata grumosa y sabe extremadamente dulce. Se aromatiza con canela.
Hora de buscar el otro bazar famoso, el de las especias, lugar, este sí, absolutamente atestado de gente, olores y productos alimenticios. Especias, quesos, carnes ahumadas, en fin, ¡una locura!.
Estábamos cansados, pero queríamos ver más cosas, así que nos dirigimos hacia el populoso puente de Gálata, que sirve para unir la ciudad antigua con el barrio de Gálata atravesando el Cuerno de Oro y utilizado a diario por cientos de miles de personas. Esto si que es una experiencia curiosísima. En los bajos del puente hay decenas de restaurantes de pescado y en sus laterales ¡centenares de pescadores!.
En el otro extremo, en Gálata, hay un pequeño mercado de pescado al aire libre y con algún restaurante, merece la pena darse una vuelta por allí, lo de comer algo ya lo dejo a vuestra elección.
Llegaba el momento de volver al hotel y así lo hicimos, paseando y atravesando a pie toda la parte antigua de la ciudad.
En el otro extremo, en la Avenida Kennedy, a cinco minutos andando del hotel, hay un restaurante apoyado en las auténticas murallas de la ciudad. Es un propiedad del ayuntamiento de la ciudad y el único de la zona donde comer a un precio contenido, el pero es que el servicio es “pelín” lento, pero una experiencia recomendable para aproximarse a los platos más típicos y sencillos de la cocina turca. De hecho, la mayoría de los comensales eran lugareños. Por cierto, en este lugar no se vende alcohol.
Una curiosidad, es muy típico que en los restaurantes te sirvan agua mineral sin incluirla en el precio y en raciones individuales. Digamos que el envase es el vaso.
Allí disfrutamos del Haydari, de verduras asadas, lubina y cordero a la barbacoa y de postre otro de los famosos dulces turcos.
Y regresamos al hotel, era pronto, pensaba que esa noche iba a dormir mucho y a pierna suelta, pero…
¡La casa de enfrente estaba habitada!, ¡y mucho!, de hecho una gran familia turca había sacado los sofás a la calle y estaban de cháchara en medio de la calle… y la cháchara no terminó hasta pasada la una de la madrugada, momento en que volvieron a meter el sofá en casa, en la casa de los cristales rotos.
Nuestros vecinos |
Una entrada muy esperada ;) me ha encantado lo del cafe turco :D
ResponderEliminarUn beso
Me alegro mucho, pero no sé si te gustaría en directo, es algo muy "peculiar"
EliminarQué maravilla de viaje, una experiencia para repetir, preciosas fotos, hasta la de los indeseables vecinos tiene su encanto!!!
ResponderEliminarJajaj... no mujer, indeseables es un poco fuerte, al fin y al cabo era viernes y se retiraron a eso de la una y pico. Ojalá mis vecinos de Madrid se fueran a la cama tan pronto los viernes.
EliminarPedazo de entrada... no sé por donde empezar.
ResponderEliminar1. Lufthansa, no? :P
2. Santa Sofía me parece una maravilla, iría a Turquía solo por visitarla (me quedé prendada en una clase de Historia del Arte, allende los mares en la época del instituto).
3. La cisterna da yuyu y me encanta la foto, es inquietante.
4. Si tu futuro es lo que dicen los posos de tu café... chungo :P
5. Yo también quiero ir al gran bazar y comer blakava hasta que metamorfosee en baklava yo misma (de lo que se come se cría).
6. Tus vecinos me han recordado mucho a mis vecinas giennenses, que se sacan sus hamaquitas a la calle en las noches de verano y rajan de todo el personal habido y por haber.
Espero la segunda parte con impaciencia y envidia insana :D
1. ¡Premio!, Lufthansa.
Eliminar2. Santa Sofía es... indescriptible.
3. Pondré las fotos de los peces mutantes, que dan bastante asquito :(
4. Ya te digo, se supone que había que beber un poco más, pero es que ya estaba masticando el café.
5. Yo podría morir de un empacho de Baklava, pero el caso es que me puse hasta arriba de yogur y mutarme en yogur no me apetece mucho, jeje...
6. Los vecinos eran muy divertidos, pero rajaban en turco, que es algo absolutamente incomprensible.
Habrá dos partes más. Asegurado.
Yo fui a Turkia, desilución es la palabra, ni Santa Sofía, tan rota y no precisamente por ruinas sino por descuido como toda la ciudad que olía muy muy mal en todas partes. Solo le Bósforo me hizo sentir en el país que una dos continentes, fue un ensueño, me gustaron mas las mezquitas pequeñas que la azul (aunque la cerámica de las cúpulas ciertamente te hacen olvidar el olor) y el gran bazar y el de especies no llenó mis expectativas, si grande el gran bazar pero repetitivo y lleno de comerciantes que te decían 400 euros y a la final terminaban en 200 y no compre nada porque me sentía que aún así seguramente me estaban estafando... la cultura del macho (se ubican delante de ti para cruzar las calles :(!!) y subir escaleras antes que tú mujer, si entras en la tienda primero no importa yo hombre entro después y a mi me atienden primero uff no pude dejar de notarlo y no soy una mujer que espere que un hombre me abra la puerta del coche!! No me gustó Estambul, solo el Bósforo, si... el Bósforo si... La comida... divina, pero puedo comerla en mi país cuando quiero igual que todo el turrón, pistacho y todo lo demás cuando quiera, aquí hay muchos turcos, claro, se han adaptado jiji
ResponderEliminarPues lamento tu experiencia, a mi, en general, ósea, lo que ví, me pareció una ciudad bastante limpia, vamos, según los cánones europeos. Los transportes públicos estaban en un estado de concurso (metro, tranvía, autobuses) y hombre no sé, por poner nombres hay unas cuantas glamourosas ciudades europeas bastante más sucias (Budapest o Atenas por ejemplo).
EliminarEn cuanto a los olores. Si la mezquita azul huele a pies no es debido a la falta de higiene de los lugareños, sino de los miles de turistas que entran cada hora. Mi experiencia más traumática en cuanto a olores no se ha producido en Estambul, Atenas... ni siquiera en El Cairo. Se produjo un mes de Julio en el Metro de Berlín. Eso si que era insoportable.
En cuanto a los modales... a este que escribe le cayó una buena bronca en un autobús en Estambul por hablar alto.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminaro confieso no ser una gran entusiasta del mundo bazares, puede que sea por mi experiencia en Egipto. Pero no hay que olvidar que Santa Sofia tiene más de 1700 años que ha sufrido terremotos, guerras y un sin fin de peripecias y pese a ello sigue siendo preciosa.
ResponderEliminarHe tenido la oportunidad de estar en ciudades europeas que huelen bastante mal y con metros e instalaciones deficientes y bastante sucias.El tranvía de Estambúl está muy limpio, nuevo y refrigerado.Soy mujer y no note nada diferente, respecto al trato,que en España. Tienes que asistir cubierta a las mezquitas; pero eso ya lo sabes y si no estás de acuerdo con no entrar no hay problema. Y el yogurt, que está buenísimo, turco sólo se come allí.
Me alegra haber venido a leer vuestra crónica, estoy trasladada a Estambul, ciudad que me apasiona, sigo..la crónica, gracias
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